miércoles, 10 de septiembre de 2014

EL CULTO Y VENERACIÓN A LA SANTA CRUZ EN MONTILLA*

Pocas ciudades aún de las más populosas igualaran la de Montilla, en la fe, devoción y esmero con que celebran y festejan el Stmo. Arbol de la Cruz, apenas hay calle y casa donde no se le dé culto conforme a las facultades y poder de cada uno. [Antonio  Jurado y Aguilar, 1776]


En los orígenes de la cristiandad, los primeros seguidores de Jesucristo relegaron rememorar la pasión y muerte de éste porque la veían como algo atroz, y fundamentalmente porque Cristo había resucitado que era el verdadero misterio de la trágica y última semana de vida terrenal del “Salvador”.

En el primer tercio del siglo IV d. C. el bajo imperio romano estaba en constantes instigaciones entre los emperadores Constantino y Majencio (de occidente) y Licinio (de oriente), el primero fue proclamado augusto a la muerte de su padre en el año 306, desde sus comienzos como emperador suspendió las persecuciones a que estaban sometidos los primitivos cristianos  a los que se acercó con una política tolerante, también inició una lenta unificación del imperio de occidente que concluiría en una decisiva batalla contra Majencio, que fue derrotado a pesar de estar en superioridad de efectivos bélicos. Entonces, Constantino se encomendó “al Dios de los cristianos cuyo poder no ignoraba” y entonces “vio en mitad del aire una resplandeciente cruz más brillante que el mismo sol orlada de una inscripción con caracteres de luz que decía así: In hoc signo vinces: vencerás en virtud de esta señal”. El emperador dio orden de que todos sus tercios llevasen un estandarte con la señal de la Cruz que él había visto, tomando el nombre de “Lábaros”, y que sus soldados grabasen el monograma del “chrismon” en sus escudos. Tras la victoria de la contienda por sus tropas, éste quedó como único emperador de occidente, erigiendo un monumento a la Santa Cruz en Roma.

En el año de 313 hubo unos acuerdos entre los augustos de occidente y oriente, en los cuales se permitiría el régimen de paz para la iglesia, la libertad de culto y la necesidad de devolver a los cristianos los bienes que en oriente les habían confiscado durante las persecuciones. Aunque en el año 325 el incumplimiento de lo pactado por parte de Licinio, desencadenó un enfrentamiento entre éstos, ya que éste iba tomando una actitud más intransigente hacia los cristianos a quienes expulsó de la corte y la administración, violando así la paz alcanzada entre ambos. El enfrentamiento se saldó con la victoria de Constantino que restableció la paz y la unidad política del imperio[1]. Tras este nuevo triunfo ordenó edificar el templo del Santo Sepulcro en Jerusalén, demoliendo un templo pagano que allí habían construido los romanos a Júpiter en desagravio a los cristianos.

La festividad de tal efemérides señaló el 3 de Mayo con la advocación de Invención de la Santa Cruz, primer día libre después de la Pascua, que nunca puede pasar del segundo de dicho mes, con el fin de acercarla todo lo posible a la memoria de la Pasión y Muerte de Cristo y a la Adoración de la Cruz que es el Viernes Santo[2].

La emperatriz Santa Elena, madre del emperador Constantino, se convierte al cristianismo, ésta comienza a peregrinar a Tierra Santa, donde visitó los lugares por donde había predicado el “Rey de los Judíos”. Una vez allí ve como todos los Lugares Santos fueron profanados y sepultados durante las persecuciones y sobre alguno ellos la autoridad romana  había construido, como en el monte Gólgota un templo a la diosa Venus. Con autorización de su hijo, ésta comenzó a restaurarlos, volviéndolos a su ser primitivo. Tras la demolición del templo profano del Gólgota y posterior retirada de los cimientos del mismo, aparecieron varios pedazos de maderos de similares características, tras el hallazgo intervino el obispo de Jerusalén San Macario dando instrucciones de cómo se debería de identificar en la que murió Cristo. Entonces, entre otras pruebas en la que hizo de testigo el pueblo, se colocó a un enfermo agonizante en cada uno de los hallazgos y sanando en uno de ellos, el cual fue tomado como el verdadero. La mitad del sagrado madero fue enviado a Roma y la otra mitad se quedó en Jerusalén en el lugar de su aparición donde la Emperatriz mandó construir un templo dedicado a éste que fue consagrado el día 14 de Septiembre de 326, día que quedó instituida la festividad de la Exaltación de la Santa Cruz[3].

La primera reliquia de la Cruz fue enviada a España por el pontífice San Gregorio I al monarca godo Recaredo, durante su reinado (586 – 601) en afecto a la decisión de instituir la religión católica como la oficial del reino; como lo manifestara  el mismo soberano: “por fin podré entregar a la gran mayoría de mi pueblo la unidad religiosa tan necesaria para el buen discurrir de nuestro reino. A partir de ahora los godos seremos católicos[4].

Las festividades a la Santa Cruz se establecieron en la entonces Hispania goda durante  el XIV Concilio de Toledo celebrado en Noviembre de 684 bajo el reinado del monarca Ervigio (680 – 687), el cual expidió un decreto por el que se instituía  el culto a la Santa Cruz en todos sus dominios. Aunque poco duraría este intento de expandir la devoción al sagrado madero en tierras hispánicas, ya que en julio del 711 comenzaría la invasión musulmana, suspendiéndose así más de tres siglos y medio de cultura occidental en la península ibérica.

Pero el culto al Sagrado Madero tendría un papel importante durante la reconquista, evocando los triunfos del emperador Constantino acompañado del “signo de la Cruz”, los monarcas cristianos, las ordenes militares, la nobleza y el pueblo llano tomarían este símbolo en la resistencia contra los invasores musulmanes, colocándolo en banderas, estandartes, escudos, ropajes y armaduras, con el fin de que la Cruz fuera nuevamente invicta.

En una de las batallas cruciales de la reconquista, nuevamente se manifestaría la veneración a la Santa Cruz, tendría lugar en los llanos de las Navas de Tolosa (La Carolina, Jaén), donde los monarcas de los estados cristianos de la península Alfonso VIII de Castilla, Pedro I de Aragón y Sancho VII de Navarra, con apoyos de estados  ultrapireinaicos y del pontífice Inocencio III, unirían sus fuerzas contra el ejército del califa almohade  Muhammad al-Nasir quien fue derrotado el 16 de julio de 1212. En la contienda  destacó “el Arzobispo de Toledo D. Rodrigo con la cruz arzobispal, quien intervino alentando a las huestes cristianas quienes vieron en medio del combate como apareció suspendida en el aire una resplandeciente cruz de varios colores, que al paso que esforzaba a los cristianos, llenaba con su vista de terror a los infieles (...) esta victoria, así como fue llorada por los enemigos, dando a los cristianos un triunfo milagroso, de que no había ejemplar en las historias”[5]. Causa de este hecho durante el pontificado de Gregorio XIII (1572 – 85) se instituyó en España la fiesta del Triunfo de la Santa Cruz el 16 de julio en acción de gracias a la intercesión divina.

La devoción popular al sagrado madero en el que vio la muerte Cristo, llega a Montilla en la mitad del siglo XVI. Bajo el mandato del obispo de Leopoldo de Austria (1541-57) se fundan en la diócesis de Córdoba la mayoría de las cofradías de la Santa Vera Cruz de la provincia, este fenómeno es causado por las indulgencias dadas por el pontífice Paulo III en 1536 a la cofradía de la Vera Cruz de Toledo y las concedidas en 1538 a la cofradía homónima de Córdoba[6].

Gracias a estos beneficios espirituales y a la propagación de esta devoción por parte de los frailes franciscanos, que se establecieron en Montilla a partir de 1512 por voluntad del I marques de Priego, se arraiga fuertemente la veneración popular a la Santa Cruz que protagonizaría la génesis de nuestra Semana Santa y el culto a las tres festividades de la Cruz que el calendario litúrgico contempla y que hemos querido reflejar una breve reseña de sus orígenes.

En Montilla, tenemos constancia del culto y veneración a la Santa Cruz desde los primeros lustros de la edad moderna, en la que comienzan a hablar los archivos de la ciudad.

La primera y más importante reliquia de la pasión y muerte del “Nazareno” llega a nuestra entonces villa por una donación que hace el Cardenal Presidente del concilio de Trento  al Duque de Feria D. Gómez de Figueroa como consta en su auténtica conservada en el convento  de Santa Clara que por su importancia hemos creído conveniente transcribirla integra: “Indulgencia de la Sacro Santa Espina / En el tiempo que se celebraba el Sto. Concilio de Trento, el Sr. Cardenal Dn. / Christobal Madrutio Presidente del, concedió y donó la sacrosanta Espina al Sr. Dn. Gomez de Figueroa Duque de Feria / La cual espina como original y verdadera de la Corona de / Jesuchristo N. R. Había antes puesto en la Catedral de Trento el / Emperador Federico II. / Da de todo esto en esta Bulla del dicho Sr. Cardenal / el día que la donó en Trento al dicho Dn. Gomez / de Figueroa fue a 6 de Junio de mil y quinientos / y cinquenta y uno. / Concediole una indulgencia perpetua de cien días de perdón / a todo los que visitaren la Iglesia adonde esta en / cinco días de todos los años./ El día de la Natividad de N. S. Jesuchristo. / El día de la Asumpsión de Nuestra Señora. / El Viernes Santo. / El día de la Invención de la Cruz. / El día de la Exaltación de la Cruz./  Para seguir dichas indulgencias pide solamente el haber confesado”[7].

Los cultos tenían lugar en la Parroquia de Santiago Apóstol, templo donde se celebraba diariamente las festividades litúrgicas; la ermita de la Santa Vera Cruz, donde estaba erigida la cofradía homónima; el convento de San Agustín donde residen las cofradías de Nra. Sra. de la Soledad y de Jesús Nazareno; y en el convento de Santa Clara, donde estaba fundada el grupo de los Esclavos de la Cruz.

Eran originarios de distintas fundaciones, la litúrgica que era la primitiva y estaba designada por la Santa Sede y a su vez por el obispado de Córdoba, según estos días manaban las veneraciones populares que eran las escogidas por las cofradías para sus fiestas de regla, misas por sus difuntos, etc.; y a raíz de ésta se comienzan a fundar por devotos particulares y cofrades, capellanías, memorias y obras pías perpetuas, según la magnitud de los bienes donados para las mismas, de las cuales las cofradías y fábrica parroquial eran beneficiarias directas junto con el capellán y patrono de las mismas, y los beneficiarios indirectos eran los vecinos de la ciudad que tenían la posibilidad de arrendar casas y tierras de calidad a bajo costo, de por vida y sin impuestos reales ya que eran bienes pertenecientes a la Iglesia.

La Invención

La festividad del 3 de mayo era bien homenajeada en la localidad, en la ermita de la Santa Vera Cruz su cofradía celebraba por la mañana en el altar mayor que presidía el Santo Cristo de Zacatecas, su Fiesta de Regla con procesión, vísperas, sermón y misa cantada por la capilla de música de la Parroquial, en cuyos cantorales que aún se conservan existe el que recoge dichas partituras, y en su final aparece una inscripción de su transcriptor y fecha que dice: “Acabose en 4 de Março de 1609 por Joan Prieto del Mármol cura desta iglesia de Señor Santiago de Montilla”[8]. Por la tarde tenían sus vigilias[9]. Al día siguiente tenían un aniversario llano por los cofrades difuntos y una memoria perpetua que había instituido en la ermita  el hermano Bartolomé Sánchez Carreta, para la cual dejó por dote para su sustento las casas que en posesión tenía la cofradía junto a la ermita.

Alonso Cameros de Cueva que fuera hermano mayor de la dicha cofradía, encomendó a su hijo Alonso en su testamento dado el 21 de julio de 1638 erigir una perpetua memoria de 52 misas anuales ante el altar del Santo Cristo de Zacatecas dejando por dote “unas casas principales en que hago mi morada (...) libres de censo y de todo gravamen para que sean suyas propias con tal carga y condición que perpetuamente para siempre jamás el dicho mi hijo y los demás que le sucedieren sean obligados a decir o hacer decir en cada viernes del año una misa rezada en la Santa Vera Cruz de esta ciudad por mi anima y las de mis difuntos  y bienhechores y de la del Sr. Cuellar medico mi tío”[10]. Antes de su muerte, éste hace codicilo donde incrementa la dote de la memoria que  gozaría su hijo, a la cual aportó “una haza de tierra de siete fanegas de cuerda que tengo a la parte de la Peña del Cuervo en la campiñuela de Piedra Luenga termino desta ciudad” con fecha de 21 de septiembre del mismo año.

Mas tarde, el 18 de enero de 1643 a estos cultos se suma una Causa Pía fundada por Salvador Ximénez de Aguilar, vecino de la calle Valsequillo, en la que se tenía que decir una misa llana por su ánima el día de la Invención[11].

Dos decenios después, el 26 de abril de 1664 se erige una capellanía en la dicha ermita fundada por el matrimonio de Juan Grande y Antonia de Notal, él natural de Villanueva de Córdoba y ella de Montoro, ambos vecinos de Montilla, a la cual dejan por primer capellán a su hijo Juan que era clérigo, y por dote “una haza de tierra de pan sembrar de veinte fanegas de cuerda de medida mayor que nosotros tenemos propia en el término de la dicha villa de Villanueva de Córdoba (...) otra haza de tierra de ochenta fanegas de sembradura en el término de la dicha villa (...) y un cercado que sirve de aportar ganado y de sembrar y esta dividido en dos cercados con fresnos y membrillos con su pozo y pila” con cargo de decir seis misas rezadas cada año perpetuamente[12].

Una montillana ausente, Elvira Ordóñez “estante al presente en el Colegio Real de Nuestra Sra. Santa María de Parraces que es en la tierra y jurisdicción de la noble ciudad de Segovia” envía a su hermano Alonso Pérez de Santa Cruz una carta en la que dona al susodicho la “parte que yo tengo en las casas que fueron de nuestros padres Juan López de Santa Cruz e Mayor Ximénez que son en gloria   que son en la dicha villa de Montilla en la calle de señor san Agustín” con la condición de que fuere  “obligado  a decir en cada un año para siempre jamás doce misas una en principio de cada mes quatro de la Anunciación de nuestra señora y las cuatro de la Santa Cruz y las quatro de difuntos (...) las quales dichas misas se digan en la Yglesia Mayor de Santiago de la dicha villa de Montilla donde están las sepulturas de nuestros pasados”. La carta fue remitida a Montilla con fecha de “treinta días del mes de junio año del nacimiento de nuestro salvador Jesuxpto de mil y quinientos y setenta e un años”[13].

El clero secular de la Parroquial también deja recogido en sus testamentarías la veneración viva a la Santa Cruz que existía en Montilla, muestra de ello hemos localizado dos clérigos montillanos devotos de la Santa Cruz. El primero y más antiguo fue el Presbítero Lorenzo de Luque, el cual dejó recogido en su testamento otorgado el 22 de septiembre de 1579 una cláusula donde manda que “de una haza de tierra que tengo a la parte de la fuente del pez que es de ocho fanegas de tierra de cuerda se tome la mitad de ellas que son cuatro fanegas (...) luego que yo fallezca se de y la haya María de los Reyes mi sobrina hija de Diego Sánchez Cardador mi hermano y goze de ella todos los días de su vida con tal cargo que la susodicha cada un año de los que viviere haga que se digan en la dicha iglesia de señor Santiago (...) una fiesta de la Ynvención de la Cruz”.

Otro sacerdote que deja reflejada su devoción al Sagrado Madero es el Lcdo. Diego Pérez de Aguilar, hijo del Lcdo. Cristóbal Ruiz de Aguilar juez de apelaciones del estado de Priego y de la casa de Aguilar, y de Dª Isabel de Aguilar. Este clérigo en su testamento otorgado en 1619, deja por voluntad propia ser enterrado junto a sus padres en el altar de Santa María Magdalena en la Parroquial, y en una cláusula del mismo deja todos sus bienes a su hermano Alonso Fernández de Aguilar  para que “sea obligado a decir por los días de su vida de hacer decir por mi anima y las de mis padres, hermanos y difuntos cuatro fiestas solemnes la una de la limpia Concepción de Ntra. Sra. la Virgen María y las otras tres de las tres festividades de la Santa Cruz en sus días de la invención, triunfo y exaltación”[14].

En la Parroquial de Santiago esta festividad también era celebrada en el altar del Santo Cristo de la Tabla que se hallaba en la capilla de las Animas, gracias a una memoria fundada por Luisa Granados de Bonilla mujer de Pedro Antonio Melero y Varo fallecida de 4 de julio de 1725, la cual dejó recogido en su testamento la voluntad “de ser enterrada en caja con hábito de religiosa carmelita en la capilla de Ntra. Sra. de la Soledad sita en la iglesia de San Agustín en la sepultura que allí tengo de mi linaje”, en dicho testamento da una cláusula donde manda “a Dn. Pedro Melero mi hijo y del dicho mi marido, clérigo de menores ordenes vecino de esta ciudad una haza de tres fanegas de tierra calma de cuerda mayor (...) en el sitio de la Navilla de Cortijo Blanco término de esta ciudad (...) para que la haya y goce el dicho mi hijo en propiedad y posesión, y con cargo de una misa de fiesta solemne que sea de decir en cada un año perpetuamente para siempre en el día de la Invención de la Santa Cruz en la  capilla y altar del Santo Cristo de la Tabla sita en la dicha iglesia parroquial de Sr. Santiago”[15]. Dicho arbitrio se celebraba en la Parroquial con repique a medio día y noche, vísperas, procesión claustral de cuatro capas hasta la capilla de las Ánimas con música de órgano, una vez allí comenzaba la misa con diáconos, concluyendo con la lectura de los actos de fe.

El Triunfo

Una vez descritos los cultos de mayor celebridad de “la Cruz de Mayo”, seguimos con los cultos de la fiesta que se dedicaba en Julio, estos nunca llegaron a alcanzar la notoriedad de las otras dos por la fecha en que eran celebrados, ya que el día 16 estaba la ciudad en plenos cultos con su patrono San Francisco Solano y con los cultos a la Virgen del Carmen en tiempos posteriores. A pesar de tal coincidencia ya hemos visto que el Lcdo. Diego Pérez instituyó una fiesta este día, que también era celebrada en la Parroquial de Santiago, comenzando el día anterior con repique de campanas al medio día y al anochecer, que tenían las vísperas con dos clérigos revestidos con capas, al día siguiente por la mañana misa mayor con diáconos y órgano, para la cual daba la cera la fábrica y dotaba dicha fiesta por el año 1769 Dª Juana de Cea.

La Exaltación

La última de las festividades se conmemoraba en Septiembre como antes hemos apuntado, es la única que hasta la fecha en Montilla conservamos gracias a las madres Clarisas que año tras año continúan organizando la novena en honor al crucificado tridentino conocido popularmente por “El Padre de Familias” que más adelante citaremos.

“La Cruz de Septiembre” tiene en Montilla la misma antigüedad que la de Mayo, ya que en un principio era la cofradía de la Santa Vera Cruz la encargada de celebrar tal solemnidad, desde su fundación y hasta 1658 dicha cofradía organizaba una procesión y misa en la ermita el día 14, del que vamos a recordar que esta jornada del año 1576 en que fue trasladada a la ermita la imagen del Santo Cristo de Zacatecas desde la casa de su donante y cofrade el indiano Andrés de Mesa que residía en la calle del Capitán Alonso de Vargas. Cada año, dos días más tarde tenían un aniversario llano por los cofrades difuntos, y otros dos después una misa por la religiosa María de Gálvez, la cual otorgó su testamento en 1625 en el que dejó una  cláusula ordenando “a la Cofradía de la Santa Vera Cruz de esta villa de diez mil maravedís de principal que tengo contra la persona y bienes de Alonso de Castro sastre con obligación de que cada año por el día de la Santa Vera Cruz  o su octava se me diga una misa rezada de la misma festividad en su Ermita por mi ánima y de mis difuntos perpetuamente para siempre jamás”[16].

En la Parroquia Matriz comenzaban los cultos el día anterior Víspera de la fiesta, con repique a medio día y noche, a las dos y media a Vísperas en las que cantaba la capilla de música y asistían dos clérigos revestidos con capas. A las ocho de la noche se tocaba a Ánimas y una hora más tarde el toque de “la queda”, ambos toques se continuaban hasta “la Cruz de Mayo”. Al siguiente día se tocaba a misa mayor, la cual comenzaba a las ocho y media de la mañana, mas tarde el clero parroquial asistía a la procesión de la Santa Vera Cruz con dos capas, preste y diáconos, capilla de música, cruz y ciriales.

Estos cultos se verían transformados a partir de 1658, año en que la cofradía de la Vera Cruz deja de organizarlos para que la comunidad de Clarisas franciscanas iniciara la solemne novena al Crucificado “de poco más o menos que una vara habiendo traído consigo los Padres del Concilio de Trento” que el Obispo Fray Payo Afán de Rivera, regaló a su hermana Sor Ana de la Cruz Rivera (1606 – 1650) como consta en un manuscrito conservado en el monasterio de Santa Clara con fecha de 30 de enero de 1633. Junto con la imagen también envió dicho Obispo una reliquia del “Lignum Crucis” que se sumó a la ya existente en el monasterio y perteneciente a la Condesa de Feria. Coincidentes las fechas tomadas, y sabedores de la gran devoción que este crucificado tuvo y tiene en nuestra ciudad, cabe pensar la favorable la tesis antes expuesta sobre la translación del culto de la Exaltación de la Santa Cruz, avalándola los indefinidos casos portentosos que dicho crucifijo contempla en la tradición local, junto con el fomento que hizo Ana de la Cruz a la devoción al sagrado madero entre sus compañeras y que poco más tarde se propagara entre los vecinos de Montilla, en la que se llegó a instituir el grupo de los Esclavos de la Cruz.

En la otra extremidad de la villa, en el cerro de San Cristóbal donde se habían instalado los Agustinos, a finales del siglo XVI se fundan otras dos cofradías de Pasión, la primera titulada de “la Soledad y Angustia de Nuestra Señora” que según nos describe el visitador general  del obispado de Córdoba, el Doctor Lope de Rivera, recogiendo en su visita a Montilla  “Esta cofradía es nueva y se fundo en el año de ochenta y ocho en el mes de mayo e después acá el mayordomo el dicho Fernán Rodríguez y en este tiempo pareció escrito en el libro de la cofradía”[17].

Dos años más tarde se fundaría la cofradía de “los Nazarenos”, como ya exaltara en su pregón de Semana Santa del año 2001 nuestro paisano Miguel Aguilar Portero, quien bebiendo de la misma fuente documental de las visitas generales y comparando su fundación con las cofradías restantes de la diócesis, aclara la dudosa fecha de 1538 en la que se creía estar erigida tal cofradía, tesis que se a derrumbado tras el hallazgo publicado por tal pregonero y amante de nuestras tradiciones, en la que se puede leer: “En la villa de Montilla  en quince días del mes de mayo de mil y quinientos y noventa y un años don Pedro Fernández de Valenzuela  canónigo de la Santa Yglesia Catedral de Cordova visitador general deste  obispado hallo que en esta villa se avía fundado y levantado una cofradía de los nazarenos de la qual era mayordomo Pedro Delgado vecino desta villa al qual mando parecer ante si”[18].

La cofradía de Jesús Nazareno desde su génesis comienza a organizar sus cultos en torno a la devoción de San Nicolás de Tolentino por consejo de los frailes moradores del convento, los cuales “le dieron un arco de la yglesia de su convento donde fabricaron una capilla de la dicha cofradía con que habían de tener por su patrón al glorioso San Nicolás de Tolentino y hacer y fabricar un altar y en cada un año hacerle una fiesta y porque conforme a la constitución la habían  de hacer en el domingo primero siguiente después de su día”. Pero los problemas llegan cuando en Roma se dispone que las fiestas no se trasladaran de su día  establecido, ante este decreto los cofrades comunican al prior y frailes del dicho convento que “no podían acudir con el acompañamiento y lo demás que se requiere por ser día de trabajo y ellos han de acudir a su hacienda” solicitando el cambio de su fiesta de regla para celebrar “la de la Cruz del mes de Septiembre desde este presente año en adelante sin que precepto sea visto altar ningún día del que tienen adquirido a el dicho arco y capilla que tienen fabricada y acorde mas arcos y altares y ornamentos que la dicha cofradía tiene hechos y puniendo en ejecución”, relegando estos al patronazgo de San Nicolás “y desde luego se obligaron de hazer la dicha fiesta de la exaltación de la Cruz en el mes de Septiembre de la forma y manera que se hace en las reglas de su cofradía y por razón de ella queden libres de la que hacían del glorioso Santo” a lo que otorgaron escritura Fr. Baltasar de Aguilar y demás frailes junto con el hermano mayor Bartolomé Ruiz Gil y los oficiales Luis Mayo de Alba, Mateo de la Leña, Cristóbal Rodríguez Burgueño y Tomás López, el sábado 19 de Abril de 1598[19].

A raíz de esta festividad, en el convento agustino la devoción a Jesús Nazareno se va incrementando durante el siglo XVII, llegando a transformarse su primitiva capilla en la que en la actualidad conocemos, ejecutada su estructura arquitectónica entre 1677 y 1686, patrocinada por Francisco Fernández de Córdoba y Figueroa[20]. En ella se instituyeron dos memorias perpetuas de devotos del “Nazareno” las cuales vamos a reseñar.

La primera, fue fundada el 13 de marzo de 1668 a devoción de Juan López de Arroyo, vecino de la calle Fuente Álamo, el cual utilizando unos censos que tenía impuestos en unas casas de la calle San Roque y siete fanegas y media de tierra calma de medida mayor a la parte de la Fuente de la Higuera “ de la cuales dichas tierras y censo fundó una memoria de legos para quales poseedores della cada uno en su tiempo en cada un año para siempre jamás perpetuamente hagan decir y digan seis misas reçadas en la capilla de Jesus de Naçareno que esta en la iglesia del convento de Sr. San Agustín de esta ciudad”, el mismo en su testamento también “mando que mi cuerpo sea sepultado con el abito y cuerda de Sr. San Francisco en la capilla de Jesús Nazareno”[21]. Falleciendo “en diez y ocho días del mes de enero de mil seiscientos setenta y nueve años”[22].

Poco tiempo después, se  sumaría al engrandecimiento de los cultos y la veneración de las dos capillas de pasión de instituidas bajo el amparo agustino, la capellanía  fundada por Dª María de Arroyo, doncella y vecina de la ciudad, en su testamentaría otorgada el 4 de mayo de 1682, deja una cláusula en que “por la presente fundo y erijo una perpetua capellanía de misas que sea de servir en el convento del Sr. San Agustín de esta ciudad en la capilla de Jesús Nazareno y Nuestra Señora de la Soledad sitas en dicho convento después de los días de mi vida” obligando a los capellanes que la nutriesen a decir “veinte misas que se an de decir perpetuamente las diez en la capilla de Jesús Nazareno y las otras diez el la capilla de Nuestra Sra. de la Soledad”, para el mantenimiento de tal piadosa fundación dejó por dote una buena partida, “sobre una haza de seis fanegas a la parte del Carrascal (...) y sobre otra haza de tres fanegas de tierra calma el dicho sitio (...) y sobre otra haza de dos fanegas y un celemín de tierra en el dicho sitio linde con el camino que por la huerta del Arroyo va a el dicho cortijo del Carrascal”[23].

No sólo estas fundaciones fueron las únicas que se fundaron, si que son las primitivas, durante el siglo XVIII se siguen instituyendo en los distintos templos citados, donde también aportaron en menor medida las distintas generaciones de cofrades que ante tales imágenes mandaban enterrarse con encargo de misas de cuerpo presente y rezadas, donde aparecen asiduamente en los testamentos consultados de esta época y como tal no pueden ser reseñados por no engrosar este trabajo.

Con este breve estudio pretendemos dar a conocer a los montillanos la veneración que nuestros antepasados mantuvieron al Sagrado Madero generación tras generación, desde la llegada del catolicismo a nuestra ciudad. Hoy mantenemos una minúscula reminiscencia de tales fiestas religioso-populares, en las que se mezclaban la fe y la cultura de la población, mejor dicho la crónica de una ciudad noble, como fue nuestra Montilla.

 *Artículo publicado en la revista local “Nuestro Ambiente”, en Septiembre de 2002.

FUENTES:
[1] Historia Universal, Tomo III (Roma y la Antigüedad), p. 113. Espasa Calpe. España, 2001.
[2] CROISSET S.I., J.: Año Cristiano, Tomo del mes de Mayo, pp. 50-56. Barcelona, 1853.
[3] CROISSET: Año Cristiano, Tomo del mes de Septiembre, pp. 279-284. Barcelona, 1854.
[4] CEBRIÁN, J. A.: La aventura de los Godos, p. 135. Madrid, 2002.
[5] CROISSET: Año Cristiano, Tomo del mes Julio, pp. 297-306. Barcelona, 1854.
[6] ARANDA DONCEL, J.: Las cofradías de la Santa Vera Cruz, p. 616. Sevilla, 1995.
[7] Archivo del Monasterio de Santa Clara. (A MSC). Tabla de indulgencias.
[8] APSM. Libro tercero. “In festo, inventionis, Sacte Crucis, duplex, ad vesperas” y “Oratio, in exaltationis Sacte Crucis”. Año de 1609.
[9] APSM. Libro cuadrante de cultos parroquiales, año 1619. s/f.
[10] Archivo Notarial de Protocolos de Montilla (ANPM). Nª 5ª. Leg. 818, fols. 250-254. 
[11] ANPM. Nª 2ª. Leg. 242,  f. 28 v. 
[12] APSM. Libro 5º de memorias y capellanías, fº 103.
[13] APSM. Libro 3º de memorias y capellanías, fº 411 – 417 v.
[14] ANPM. Escribano Francisco Escudero. Nª 1ª. Leg. 52, fols. 303-319 v. 
[15] ANPM. Nª 3ª. Leg. 491, fols. 64 – 66 v.  
[16] APSM. Libro 3º de memorias y capellanías, fº 250 v.
[17] APSM. Libro 2º de visitas generales, fº 143 v.
[18] APSM. op. cit. fº 301 v.
[19] ANPM. Escribano Alonso Albiz Cruz, fº 526. Año 1598.
[20] JURADO Y AGUILAR, A.: Ulía Ilustrada y fundación de Montilla, fº 227. Año 1776. (Manuscrito que se conserva en el Archivo Histórico Municipal de Montilla.)
[21] ANPM. Nª 5ª. Leg. 846, fols. 85-88 v. 
[22] APSM. Libro de Testamentos nº 23, f. 165.
[23] APSM. Libro 5º de memorias y capellanías, fols. 412 - 416 v.